Por fin encuentro un minuto para escribir en el blog y compartir con todos vosotros mi experiencia en Paris junto a Pablo.
El destino suele ser caprichoso y el pasado día 10 de octubre fui por motivos de trabajo a Paris. Lo que en un principio iba a ser un viaje de 4 días, se convirtió en una estancia de casi 2 semanas, con su fin de semana de por medio incluido. Eso, a simple vista, puede parecer maravilloso pero no lo es tanto cuanto apenas puedes salir de la oficina o del hotel. Menos mal que ahí estaba Pablo, con su alegría habitual, para hacer que mi viaje fuera mucho, mucho más llevadero.
Tras cenar con él y Patricia en mi segunda noche en Francia, apenas pude moverme de La Defense, aunque nuevamente el dstino me hizo un guiño y quiso que mi oficina estuviera a escasos 300 metros de la de Pablo. Así que casi siempre tratábamos de encontrar 5 minutos para charlar y eliminar las tensiones acumuladas durante el día.
Cuando llegó por fin el fin de semana, "tourist guy Pablo" se encargó de darnos a David, Almudena y a mi el mejor tour por la ciudad que se pueda desear. Si no hubiera sido por las ampollas que tenía en los pies, culpa de los malditos zapatos de vestir que deberían estar prohibidos, no tendría absolutamente nada de lo que quejarme. Los que conocemos a Pablo ya sabíamos de su capacidad de conocer con rapidez el entorno, pero os juro que jamás hubiera imaginado que alguien puediera conocerse Paris con tanto detalle en tan poco tiempo. Si a eso le sumamos que le sobra imaginación para inventarse aquello que desconoce (menos mal que yo conozco el secreto de sus aleteos de nariz para no caer en la trampa), te sientes completamente inmerso en un tour fascinante, sobre todo cuando compruebas con cierta envidia que los franchutes tienen una de las capitales más bonitas que jamás haya visto.
Tras 6 largas horas de caminata por la ciudad, David, Almudena (¡que majetes estos chicos!), Pablo y yo nos tomamos el merecido descanso en un bar canadiense mientras degustabamos cerveza y de la victora del Madrid ante el Atlético... lo siento David.
El domingo la cosa fue más tranquila, tomando té en la mezquita de París y viendo como Pablo y su amigo Dan se fumaban sin reparo una cachimba ellos solitos. ¡Quién tuviera aún esos pulmones! Pero la edad no perdona... abuelo cebolleta ya no está para esos trotes. Ah, por cierto, de las amigas de Pablo que conocí ese día mejor no hablo, que bastante extenso esta siendo ya este resumen ;)
La semana siguiente más curro y una escapada nocturna al Louvre y alrededores que me volvió a demostrar que Paris es asquerosamente bonita. El viernes llegó por fin la deseada vuelta a Madrid.
Pero no puedo terminar este relato sin volver a repetir que lo mejor de Paris, sin duda alguna, ha sido volver a ver a Pablo y disfrutar de su compañía y sus dotes como anfitrión. Chicas, no os lo penséis... ¡que ya no quedan muchos chicos como él en el mercado!
Pablo, muchas gracias por todo. Tú sabes mejor que nadie que mi viaje podría haber sido un infierno de no haber sido por ti y eso no se olvida. Sigue disfrutando de Paris, de los montones de amigos que has hecho allí, de las parisinas, de tu cuarto piso sin ascensor (jejeje, le cogí cariño en serio) y en general de esta increíble aventura que sin duda te mereces. Los que estamos aquí te seguiremos echando de menos, pero sabiendo que Paris esta muy, muy cerca...
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Por fin encuentro un minuto para escribir en el blog y compartir con todos vosotros mi experiencia en Paris junto a Pablo.
El destino suele ser caprichoso y el pasado día 10 de octubre fui por motivos de trabajo a Paris. Lo que en un principio iba a ser un viaje de 4 días, se convirtió en una estancia de casi 2 semanas, con su fin de semana de por medio incluido. Eso, a simple vista, puede parecer maravilloso pero no lo es tanto cuanto apenas puedes salir de la oficina o del hotel. Menos mal que ahí estaba Pablo, con su alegría habitual, para hacer que mi viaje fuera mucho, mucho más llevadero.
Tras cenar con él y Patricia en mi segunda noche en Francia, apenas pude moverme de La Defense, aunque nuevamente el dstino me hizo un guiño y quiso que mi oficina estuviera a escasos 300 metros de la de Pablo. Así que casi siempre tratábamos de encontrar 5 minutos para charlar y eliminar las tensiones acumuladas durante el día.
Cuando llegó por fin el fin de semana, "tourist guy Pablo" se encargó de darnos a David, Almudena y a mi el mejor tour por la ciudad que se pueda desear. Si no hubiera sido por las ampollas que tenía en los pies, culpa de los malditos zapatos de vestir que deberían estar prohibidos, no tendría absolutamente nada de lo que quejarme. Los que conocemos a Pablo ya sabíamos de su capacidad de conocer con rapidez el entorno, pero os juro que jamás hubiera imaginado que alguien puediera conocerse Paris con tanto detalle en tan poco tiempo. Si a eso le sumamos que le sobra imaginación para inventarse aquello que desconoce (menos mal que yo conozco el secreto de sus aleteos de nariz para no caer en la trampa), te sientes completamente inmerso en un tour fascinante, sobre todo cuando compruebas con cierta envidia que los franchutes tienen una de las capitales más bonitas que jamás haya visto.
Tras 6 largas horas de caminata por la ciudad, David, Almudena (¡que majetes estos chicos!), Pablo y yo nos tomamos el merecido descanso en un bar canadiense mientras degustabamos cerveza y de la victora del Madrid ante el Atlético... lo siento David.
El domingo la cosa fue más tranquila, tomando té en la mezquita de París y viendo como Pablo y su amigo Dan se fumaban sin reparo una cachimba ellos solitos. ¡Quién tuviera aún esos pulmones! Pero la edad no perdona... abuelo cebolleta ya no está para esos trotes. Ah, por cierto, de las amigas de Pablo que conocí ese día mejor no hablo, que bastante extenso esta siendo ya este resumen ;)
La semana siguiente más curro y una escapada nocturna al Louvre y alrededores que me volvió a demostrar que Paris es asquerosamente bonita. El viernes llegó por fin la deseada vuelta a Madrid.
Pero no puedo terminar este relato sin volver a repetir que lo mejor de Paris, sin duda alguna, ha sido volver a ver a Pablo y disfrutar de su compañía y sus dotes como anfitrión. Chicas, no os lo penséis... ¡que ya no quedan muchos chicos como él en el mercado!
Pablo, muchas gracias por todo. Tú sabes mejor que nadie que mi viaje podría haber sido un infierno de no haber sido por ti y eso no se olvida. Sigue disfrutando de Paris, de los montones de amigos que has hecho allí, de las parisinas, de tu cuarto piso sin ascensor (jejeje, le cogí cariño en serio) y en general de esta increíble aventura que sin duda te mereces. Los que estamos aquí te seguiremos echando de menos, pero sabiendo que Paris esta muy, muy cerca...
¡Hasta pronto!
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